Declaración de Concha Seijas después de los actos terroristas ocurridos en París el 13 de noviembre de 2015.

El día 13 pasado me sentí como el 4-F de 1992. Horrorizada e indignada. En 1992 sentí mucho miedo, pánico. Vivía en La Carlota, al lado de La Casona. Pude haber muerto. La indignación y la rabia vinieron después. El pasado día 13 no sentí miedo mucho menos pánico. Aunque París y Madrid quedan a salto de mata. Sentí indignación, rabia, cólera, y mucho más. Habrá más atentados. Europa es el principal blanco de los islamistas. Aquí nació la cultura occidental. USA también está, cómo no, entre sus objetivos. Pero está lejos, materialmente lejos. Es mucho más difícil y caro concretar un atentado terrorista en los EEUU.
Volvamos al 4-F. La indignación y el asombro vinieron al día siguiente. Cuando vi y escuché a mis compatriotas venezolanos aplaudir y felicitar a los golpistas. Lo peor de mi edificio estaba de fiesta (era un edificio de alquiler regulado por el Estado, vivían obreros pero también clase media que no trabajaba nunca. El alquiler era muy bajo, con unas cuantas horas de trabajo lo pagaban, el resto del tiempo no hacían nada bueno). Ese día supe quiénes eran la mayoría de mis compatriotas. Porque estemos claros: era una clara mayoría la que aplaudía el golpe. 6 años después, esa clara mayoría hacía presidente a Hugo Chávez con un caudal de votos sin precedente.
El 4-F y el 27-N (1992) sendas intentonas golpistas dejaron las calles de Caracas llenas de muerte y sangre; al igual que sucedió en París la noche del 13-N de 2015 a causa de un atentado terrorista.
Hace décadas que lamentable o afortunadamente la inocencia me abandonó por completo. Por eso sé de millones de seres silenciosos infiltrados (los llamo así porque son el mal infiltrado entre todos nosotros) en Europa y Latinoamérica que festejan la tragedia de París. Por racismo (sí, racismo hacia los blancos), por envidia o porque genéticamente nacieron así. Nadie los ve. Yo sí los veo. Y son millones.
En 1998 la mayoría de los venezolanos que ejercieron su derecho al voto, votaron por Hugo Chávez, un golpista. El nombre importa poco: golpista, terrorista, rebelde, asesino, criminal, traidor. Esos millones de venezolanos (que lo sepan) no son inocentes. Son igualmente terroristas y asesinos. Iguales a los terroristas de París. Los arrepentidos que no crean que dicho arrepentimiento los exime de culpa. Son asesinos: en esta vida y en las próximas, en la Nada o en el cielo.
Durante muchos años he estado tratando de comprender al chavismo y al mismísimo Chávez. He tratado de ser justa. Mis videos dan fe de ello. He perdonado. Y he cometido un error.
Desde el 13 de noviembre de 2015 comprendo que hay dos bandos y yo pertenezco a uno sólo de ellos. Al de las víctimas del 4-F, 27-N, 11-M, 11-S, .., 13-N. Tenía que tomar partido de nuevo. Durante 4 años fui laxa. Y he tomado partido. El chavismo es mi enemigo, la yihad es mi enemiga; ambos quieren acabar con todo lo que amo. No es tiempo de grises. No hay cabida a negociaciones. Cualquier tipo de comprensión está cerrada y se ha perdido el candado para siempre. La respuesta a este tipo de actos debe ser contundente. Y por todo lo alto. Hay que combatirlos hasta exterminarlos. Basta de ña ña. Basta de buenismos.
Me declaro en guerra contra todo aquello que atente contra todo lo que amo. Y sin consideraciones. Todo aquel que sea mínimamente sospechoso debe ir preso -como mínimo. Cerrar fronteras. ¡Qué viva Occidente y la maravillosa cultura occidental!